Es el motivo de consulta más frecuente en urgencias. La mayoría de las veces los síntomas respiratorios en niños se deben al catarro común, y no precisan exploraciones ni tratamientos específicos, pero es muy importante saber hacer un buen diagnóstico diferencial con otros procesos respiratorios que son crónicos, graves y que pueden dejar secuelas en la capacidad respiratoria del paciente.
DIAGNÓSTICO DIFERENCIAL
La tos, la mucosidad o la fatiga al respirar pueden esconder un problema crónico como el asma, grave como la fibrosis quística, las bronquiectasias u otras enfermedades pulmonares, incluso enfermedades, a priori no tan relacionadas, como el reflujo gastro esofágico. El asma del lactante, el asma alérgico, las neumonías de repetición, la disnea con el esfuerzo, la rinitis alérgica, las bronquiectasias, la fibrosis quística, las malacias de vía aérea y malformaciones pulmonares… constituyen entidades en sí mismas, cada una con su nivel de complejidad, que precisan un diagnóstico y seguimiento adecuados.
Este el punto más importante en la atención a un niño con patología respiratoria. Un niño sano puede presentar hasta 12 episodios de catarro común al año y unos 8 episodios de fiebre…
El pediatra valora al niño en su totalidad. Así, elaboramos una buena historia clínica desde el nacimiento; realizamos siempre una exploración completa de la cabeza a los pies y analizamos las curvas de crecimiento. Esta sistemática nos permite tranquilizar a los padres o iniciar un proceso diagnóstico complejo.
INMUNOTERAPIA O VACUNAS DE LA ALERGIA
Pues sí. Realmente funcionan. La evidencia científica demuestra que el asma mejora: menos uso de medicación de mantenimiento, menos crisis y menos graves. Pero también “controla la marcha alérgica” es decir, hay menos probabilidades de desarrollar un asma en el futuro. E igualmente las vacunas de la alergia detienen la progresión a otras alergias: cuando repetimos las pruebas de alergia al finalizar el tratamiento comprobamos que no hay nuevas alergias reales.
Las reacciones graves o generalizadas tras la inyección son excepcionales y más con las nuevas vacunas que utilizamos en niños. Sí que son más frecuentes las reacciones inflamatorias localizadas en el punto de punción , pero desaparecen en las siguientes dosis y, además, tienen tratamiento. En los últimos años hemos incorporado las “vacunas orales” (realmente sublinguales) que son igualmente eficaces si se cumplimentan bien y constituyen una primera opción en muchos casos.
La duración? Entre 3 y 5 años, según el caso.